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Castillos tomados por los Irmandiños, Pazos que un día fueron símbolos del poder señorial o fortalezas construidas hace siglos para protegerse de los corsarios ingleses y franceses. El patrimonio de la Costa da Morte encierra multitud de historias y secretos, muchos de ellos solo conocidos por aquellos que los habitaron a lo largo de los años. Hoy comenzamos esta serie de reportajes 'Historia Viva' con las Torres do Allo, símbolo señorial por excelencia de nuestra contorna y uno de los pazos más antiguos de Galicia.

La familia Gomes de Rioboo, originaria de la vecina localidad de Silvarredonda y vasalla del Conde de Altamira, fue la encargada de levantar las torres. En concreto sería Alonso Gomes de Rioboo Vilardefrancos el iniciador de la construcción y primer señor de O Allo. Un título que le otorgaría, entre otros privilegios, el poder jurisdiccional sobre su territorio: tenía la potestad para poder administrar justicia, tener una prisión e incluso aplicar castigo a los condenados. En cuanto a las obras, primero se levantó la torre norte, para más tarde alzarse la torre sur y el cuerpo intermedio (un par de siglos más tarde). La construcción se elevó sobre un viejo castillo que, según los historiadores, fue tomado por los Irmandiños en 1467 y destruido por los Reyes Católicos en el marco de su política de sometimiento a la nobleza gallega. 

El pazo fue una de las primeras edificaciones de la zona en empezar a dejar de lado las formas de carácter militar y pasar a prestar más atención a elementos ornamentales y de naturaleza decorativa. Aunque en la torre norte aún se observan elementos de carácter defensivo -como las ventanas saeteras o la existencia de una única puerta reforzada- también se dejan ver ciertas formas decorativas, sobre todo a partir del primer piso: motivos vegetales, ventanas a distinto nivel y el escudo familiar.

Entre los siglos XVI y XVII la familia se hace con más bienes y adquiere mejor posición social gracias al matrimonio de Antonio de Rioboo con María de Seixas, heredera de una importante familia señorial de la zona del Eume. Es el hijo de éstos el que impulsa la construcción de la torre sur, el cuerpo intermedio y otras edificaciones que rodean el pazo: molinos, hórreos para guardar el máiz de las rentas o viviendas para los caseros que trabajaban las tierras. Las obras continuaron en siglos posteriores, aunque el pazo dejó de ser la residencia habitual de la familia Gomes de Rioboo. En aquella época eran los caseros los encargados del mantenimiento de las instalaciones en las largas temporadas en las que la familia se ausentaba de O Allo. 

A lo largo de sus más de 5 siglos de historia, el pazo ha contado con ilustres inquilinos, como es el caso del naturalista Víctor López Seoane, figura de especial relevancia en el campo de las ciencias en Galicia. Se cree que fue el propio López Seoane el encargado de plantar los robles y falsos plátanos que flanquean el camino a la entrada del pazo.

El pazo estuvo habitado hasta la década de los 50, momento desde el cual el pazo se sume en un preocupante estado de deterioro y abandono. En 1998 la Deputación Provincial da Coruña llega a un acuerdo con la familia López-Rioboo para hacerse con las Torres, con la única condición de que se destinaran a fines sociales y divulgativos. Es en agosto de 2005 cuando, después de más de 7 años de obras y retrasos, el pazo se abre al público reconvertido en un museo. En él se pueden conocer para qué se empleaba cada estancia de la edificación o en qué condiciones vivían los señores.

Los más de 5 siglos de historia de las Torres do Allo entrañan un sinfín de historias y recuerdos que custodian las paredes del pazo y que únicamente sus habitantes llegaron a conocer. Un espacio de incalculable valor que se suma a la gran riqueza patrimonial de la que goza la Costa da Morte.